Escuela de Salamanca
Biografía
Célebre catedrático salmantino (1486-1546), restaurador de la Teología en España y fundador del Derecho internacional.
(...)
Francisco de Vitoria nació por los años de 1486 en la capital de Álava, de la que tomó el sobrenombre. El bibliógrafo Echard, y siguiendo a él cuantos han escrito después, le hacen nacer hacia 1480; pero últimamente el padre Beltrán de Heredia ha dado a conocer un texto, tomado del general dominio Tomás de Vio Cayetano, en que por julio de 1509 se le supone próximo a cumplir los veintitrés años, si no los tenía ya. Nació, por consiguiente, hacia el año 1486. Su origen vitoriano está atestiguado por todos los historiadores del monasterio salmantino de San Esteban y por el padre Marieta, O. P., natural este del mismo Vitoria y que escribía en el siglo XVI.
Recientemente, La Lastre, archivero del Ayuntamiento de Burgos, ha sostenido en la prensa de esta capital el origen burgalés del maestro Vitoria, fundándose para ello en palabras textuales de la historia que escribió el padre Arriaga, del convento dominicano de la misma población. Pero dichas palabras no constan en otra de las copias que de esa historia se guarda en Roma, y, por tanto, quedan desprovistas de todo valor ante el testimonio constante de la tradición.
De Vitoria se trasladó este personaje, con sus padres, a Burgos, donde tomó el hábito dominicano por los años de 1504-1505. Después fue enviado a París, cursando allí el estudio de artes con Pedro Crocart, de Bruselas, y teología con Juan Fenario. Su formación en las aulas parisienses debió de durar de siete a diez años, terminando dicho periodo en 1516.
La cronología señalada generalmente para los primeros años de su estancia en París discrepa bastante de la que aquí indicamos; pero esta es la que mejor se aviene con los datos ciertos que para ello poseemos, a saber: ordenación sacerdotal en 1509, siendo ya gramático; comienzo de sus estudios teológicos en 1513; principio de su profesorado como catedrático de teología en 1516.
En los años que permaneció en la capital de Francia contrajo estrecha amistad con las figuras más insignes que por allí desfilaron, señalándose en particular los del movimiento literario de la época (Vives, Silíceo, Coronel, Clenardo, Harlem, etc.). El trato con tales personajes no fue para él de puro pasatiempo, sino que imprimió en su alma carácter tan marcado, que difícilmente se encontrará en su tiempo un escolástico más influido por el humanismo renacentista, así como no hay renacentista más sólidamente fundado en la teología tradicional. Esas dos orientaciones se asociaron en él con estrecho vínculo, pasando luego a sus discípulos y logrando formar en España una legión de teólogos que, como teólogos y como escritores, han merecido la admiración universal.
Permaneció Vitoria enseñando en París hasta 1522, en que, habiendo hecho una visita a Flandes, regresó a España para continuar desde el curso siguiente su profesorado en el Colegio de San Gregorio de Valladolid. Tres años después, atendiendo a su esmerada formación científica y a su talento privilegiado, se le consideró como el sujeto mejor dispuesto para luchar por la adquisición de la cátedra de prima de Salamanca que acababa de vacar por muerte del padre Pedro de León, que la había desempeñado desde 1507.
En la oposición contendió nuestro teólogo con el célebre maestro portugués Margallo, que tenía la cátedra de filosofía moral en la misma Universidad, y habiendo triunfado de él, tomó posesión el 7 de septiembre de 1526. Ocupó aquel puesto hasta su muerte, acaecida el 11 de agosto de 1546, si bien en los últimos años la falta de salud le impidió continuar con regularidad las tareas de profesor.
La labor realizada en ese intervalo forma uno de los capítulos más trascendentales en la historia de la teología y de la cultura patria, del que en los libros de claustros salvados de la polilla solo queda un pálido reflejo. El padre Beltrán de Heredia, que, al estudiar los manuscritos de las lecturas del insigne maestro, dedica un capítulo preliminar a sus innovaciones como profesor de aquella antigua escuela, nos suministra datos interesantes sobre su magisterio, haciendo resaltar el genio creador que como don singular concedió Dios a este dominico y en él a toda España, según frase de su discípulo Melchor Cano (De locis theologicis, XIII, 1). Dos son las innovaciones principales que, según el referido estudio, implantó Vitoria en la enseñanza de la teología en Salamanca:
una la substitución de las Sentencias por la Suma teológica,
y otra la anotación por parte de los estudiantes de las explicaciones del maestro.
Los manuscritos conservados de sus lecturas proceden de la enseñanza salmantina, y a excepción de uno en que se adopta el orden de las Sentencias, en los demás se sigue invariablemente el orden de la Suma. Ello hace suponer que Vitoria, en su cátedra de Prima, explicó siempre por santo Tomás, como lo había practicado antes en París y en Valladolid, pues en los estudios dominicanos, desde hacía años, se venía observando esa costumbre, aunque en las asignaciones del personal docente se mantuviese la fórmula ad legendas Sententias; suposición que está además avalorada por el testimonio del propio Vitoria, quien al comenzar el curso de 1539-40 dijo a sus discípulos: ego legam hoc anno sicut in prioribus legi, supra sanctum Thomam [este año impartiré clase como lo hice en los anteriores, siguiendo a santo Tomás].
La enseñanza de la teología por la Suma estaba ya introducida en algunas Universidades españolas; pero, en Salamanca, una costumbre que llevaba más de siglo y medio de práctica imponía al catedrático de Pirma la obligación de acomodarse al orden y método de las Sentencias. Los antecesores de Vitoria, personas de singular eminencia, habían seguido de ordinario las normas tradicionales. En cambio, Vitoria, habituado como nadie al estilo de santo Tomás y gran admirador del orden con que están dispuestos los tratados en la Suma, dio a este la preferencia. Si ello produjo al principio alguna extrañeza, la autoridad del nuevo profesor debió de imponerse muy pronto, no solo entre los estudiantes, que le dieron su voto, sino también en el senado universitario. Por otra parte, sabía él presentar las cosas con tal orden y habilidad, que sus innovaciones, envueltas en un aire de respeto a la tradición, eran recibidas con general agrado.
Espíritu abierto, sencillo, insinuante, todo nervio, lleno de viveza y de entusiasmo, era gratísimo a cuantos le trataban, como asegura su amigo Clenardo, y sin discusión debió de ganar en favor del nuevo método las voluntades del Claustro. Si en principio el asentimiento no pasó de una tácita permisión, aquel "don de magisterio" de que nos hablan los cronistas salmantinos y el éxito de sus lecciones acabó de darle el triunfo, y al terminar el primer curso los alumnos, a quienes tocaba señalar materia para el siguiente, optarían, según es de creer, por la Suma. Vitoria, para hacer más viable esta novedad, a la cual estaba vinculado en gran parte el secreto de su enseñanza, solía comentar incidentalmente las distinciones del maestro de las Sentencias, paralelas a las cuestiones que estudia santo Tomás.
Algunos novicios en la ciencia teológica, fijándose en las apariencias, censuraban al profesor, alegando que ambos textos tratan materias diversas, y, por consiguiente, es violentar las cosas querer hermanarlas en la exposición. Llegó la queja a oídos del maestro, y en la primera lección del curso de 1533-34 se justificó ante sus discípulos diciendo: "algunos se quejan de que emprendo simultáneamente la exposición del maestro de las Sentencias y de santo Tomás. Yo os ruego que escuchéis atentamente la razón de este proceder. Alegan ellos que esos autores tratan materias diversas; y, si es así, está su queja justificada". Examina luego el orden del maestro en el libro segundo, por el que correspondió explicar el año anterior y se debía continuar en este, comparándolo con el tratado De creatione que él había expuesto y con la prima secundae de la Suma que comenzaba ahora, y termina, dando por satisfechos a los querellantes, con estas palabras: "ya veis cómo conviene la materia de santo Tomás con la del maestro, en su segundo libro".
Fuera de este pequeño murmullo, ningún otro vestigio hay de que su innovación haya suscitado protestas.
Bibliografía

Confesionario
Especie de catecismo que sus discípulos sacaron a la luz.
1562 · Salamanca
1562 · Santiago
1569 · Medina del Campo
Consejo sobre si los señores pueden vender o arrendar los oficios
1552 · Salamanca
Fue publicado por Diego de Zúñiga a continuación de las Instrucción y refugio del ánimo y consciencia escrupulosa y temerosa de Dios


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Licenciatura en derecho, Universidad Autónoma del Estado
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Licenciatura en humanidades, Universidad THM
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